El martes pasado, 19 de junio, tuve la oportunidad de asistir a la TOMA DE POSESIÓN del nuevo Arzobispo de Xalapa, monseñor Hipólito Reyes Larios, quien por siete años fue el pastor de los 28 municipios que congrega la Diócesis de Orizaba, y con quien tuve la oportunidad de trabajar alrededor de cuatro.
La cita era para la celebración eucarística de las 12:00 de la tarde y sería en los campos deportivos del seminario Rafael Guízar Valencia de Xalapa, pero desde que llegamos (realmente creo que desde muchas horas antes) a las 11:00 a.m. ya no había sitio para más gente en las sillas que se habían dispuesto, algo así como 10 mil, o por lo menos fue lo que un seminarista amigo me alcanzó a decir, quienes no alcanzaron un asiento cómodo no se preocuparon pues les quedó mucho pasto y la sombra de algún arbolito (o arbolote) para poder estar presente en tan memorable momento.
La alegría se respiraba. Podías ver a jóvenes, adultos y ancianos con los rostros llenos de felicidad, apresurados para llegar a tiempo, pero muy contentos. Los que se veían preocupados eran los organizadores (como en cualquier otro evento), pues corrían para un lado, corrían para el otro; no paraban de hablar por radio dando instrucciones para que todo quedara resuelto.Para esas horas monseñor Hipólito ya se encontraba caminando desde la calle Ruíz Cortínez hacia el Seminario, junto con unas cuantas decenas de fieles por supuesto, que lo recibieron en la esquina de Cándido Aguilar.
En donde se había dispuesto la sacristía, además de los sacerdotes que iban llegando, ya se alistaban algunos de los 20 obispos que participarían en la concelebración. Recuerdo que pude ver a monseñor José Trinidad Zapata, obispo de San Andrés Tuxtla, don Domingo Díaz Martínez, de Tuxpan, Emilio Berlie, arzobispo de Yucatán, y también a quien sería sucedido y desde el 10 de abril arzobispo emérito, don Sergio Obeso Rivera. Más adelante vi llegar a don Guillermo Ranzáhuer, emérito de San Andrés Tuxtla, y a don Eduardo Patiño, obispo de Córdoba.
Finalmente el coro, que por cierto tuvo una excelente participación, empezó a entonar "juntos Cantando la alegría", y creo que mejor descripción del momento no pudo haber habido. Lo que empañó el momento fue el acecho de los medios de comunicación sobre el nuevo Arzobispo, a quien pudieron hacerle una entrevista de "banqueta" justamente saliendo de la sacristía, entorpeciendo con ello la procesión de entrada. En mi punto de vista éste fue lo único que los organizadores no previeron. Si a los representantes de los medios de comunicación se les hubiera atendido como debe ser (por lo menos con una conferencia de prensa previa a la celebración), en evento tan importante (cosa de la que se debe encargar la oficina de comunicación de la Arquidiócesis), esto no hubiera ocurrido, pero bueno al mejor cazador se le va la liebre (ojalá no sea tan seguido).
La lectura de la Bula Pontificia en latín y en español, hecha por el vicario judicial de Xalapa, padre Rafael González, daba por oficial que los católicos de Xalapa ya tenían nuevo Arzobispo, cosa que sucedió después que se iniciaran los ritos iniciales de la misa.
Después de ello, el momento que todos, propios y extraño, e incluso los medios de comunicación, describieron como el más emotivo: el momento de la entrega del Báculo Pastoral del Obispo saliente al que recibía. Fue aqui donde se le pudo notar a don Sergio Obeso a punto del llanto, pues como el mismo dijera, dejaba de pastorear a un pueblo al que tanto ha querido. También mostró su gozo por estar respetando "las leyes sabias de la Iglesia", y con ello le daba sangre renovada a aquella Arquidiócesis.
Ahora el reto es mayor para don Polo, porque gobernará una Iglesia tres veces mayor, geográficamente hablando, que la de Orizaba y dos veces más grande si hablamos de población.
Los católicos creemos que es el Espíritu Santo (o sea la tercer Persona de la Trinidad), quien lleva el gobierno de la Iglesia y que se vale de alguno de los hombres para concretar sus deseos.
Estos cambios, como el que también está viviendo la diócesis de Orizaba, deben siempre fortalecer más que debilitar. Deben de alentar más que desanimar. Ojalá los católicos nos demos cuenta de que en la Iglesia las cosas se van renovando y en esa renovación también queramos renovarnos nosotros, para conocer de veras nuestra fe y vivirla como se debe. Salgamos de la vida de fe que se queda en el templo y hagámosla más justa y caritativa en nuestra actividad cotidiana: familia, trabajo, amigos, etcétera. Así podrémos ver cambios en nuestra ciudad y no estaremos esperando que vengan los políticos a resolvernos la vida (claro que ellos deben hacer lo suyo, si son cristianos católicos con mayor responsabilidad).
Para don Polo desde acá (lo mismo que ya en persona le dije) ¡Ánimo y que Dios le Bendiga!